Tras un campeonato lleno de
reclamos y turbulencias, las finales del fútbol peruano, protagonizadas por
Alianza Lima y Juan Aurich tienen la obligación de salvar, de buena manera el
año. Esta primera final ganada por los íntimos es una luz en el camino y ojala,
síntoma de recuperación no solo del torneo, sino de la supremacía del deporte
sobre cualquier acto externo.
Los dos con estilos distintos, uno,
Alianza, llegaba con dudas, el otro, Aurich, venía en alza; sin embargo el
equipo grone, para resumir, hizo lo básico del fútbol y lo hizo mejor, es decir
en el primer tiempo, cuando atacó, lo hizo mejor, aprovechando la brillantez de
Montaño y la velocidad de sus carrileros, Bazán y Arrué. Mención aparte para
Ovelar, que tuvo un buen año y lo ratificó en este final, no solo anota, sino
que es capaz, con sus limitaciones, de ayudar en la articulación del juego. Por
otro lado, en la otra faceta de este deporte, Alianza, también estuvo mejor, al
menos hasta los 50 minutos, defendió mejor, no pasó sustos, Libman era un
observador más.
Quizá por los nervios, el viento furioso
de Chiclayo, o sobre todo, la buena presión de los íntimos, el equipo local no
daba pie en bola, Sheput era el único que intentaba jugar, pero en su soledad,
sin ningún socio, no pudo nunca causar peligro en el área rival.
El segundo tiempo pintaba para
diferente y así fue, Aurich salió a buscar el descuento, pero apareció lo que le
ha dado resultado todo el año al equipo limeño, la magia de Montaño y la
aparición de algún extremo. El dos a cero era justo, sin embargo de un tiro
libre el norteño pudo descontar, merecido no por lo jugado hasta entonces (a
penas los primeros 20 minutos del segundo tiempo) sino por lo que vendría
después, el vendaval de ataques, sobre todo por el lado de Chiroque, que empezó
a complicar a la defensa aliancista, de allí un gol errado de Ascoy, un casi
gol del panameño y finalmente una pelota que picó en la línea del arco en el
minuto final del partido.
El resultado es justo, si bien
fue casi un tiempo para cada equipo, el dos a uno, es premio al equipo que
estuvo más fino frente al arco, que maniató las intenciones del contrario, es
decir un premio al trabajo solidario de Alianza Lima. Tan solidario que el
jugador de partido, a parecer nuestro, fue el veterano Jayo, que apoyó a los
laterales, estuvo siempre presionando al rival, imponiendo el orden a la
defensa, organizando a sus compañeros, llamando la atención sobre los errores.
Merecido además, porque en la banca, cuando Alianza pasaba su peor momento, el
cuadro de Miguel Ángel Arrué encontró respuestas, Corrales entró a apoyar por
la banda derecha y lo hizo bien, Hurtado y su ingreso preocupó al rival.
Obviamente en los minutos finales el Aurich, se olvidó de los riegos y fue con
todo en busca del empate, sin éxito.
El domingo se jugará la otra
final, Alianza tiene la ventaja de la localía y de estar con tres puntos
adelante, le bastará un empate para coronarse campeón del fútbol peruano.
Esperemos que la segunda final sea tan emotiva y luchada como la primera, así
salvarán en parte lo desastroso que fue el campeonato, no por culpa de ellos, sino
de los dirigentes. Ojala y lo salven, con otro buen partido.
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